El "Pozo de Quilmes" fue uno de los centros clandestinos sobre los que más se indagó en los juicios realizados en los '80 a las juntas militares y al equipo represivo encabezado por el jefe policial Ramón Camps. Entre otros casos, se comprobó que permanecieron secuestrados algunos de los jóvenes estudiantes secundarios de la denominada "Noche de los Lápices". También entonces se determinó que en 1977 y 1978 actuaron en el lugar representantes de las fuerzas armadas uruguayas, en el marco de la Operación Cóndor: "Ingresaban miembros del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas del Ejército Uruguayo –O.C.O.A.- que eran los encargados de tratar con un numeroso grupo de detenidos clandestinos de nacionalidad uruguaya, a quienes, entre otras cosas, interrogaban", dijeron Molina y Schapiro.
En el requerimiento de elevación a juicio, los fiscales detallaron varias etapas. En primer lugar, desde agosto de 1975 funcionó como lugar de detención de prisioneros clandestinos –la mayoría, presos políticos- antes de comenzada la dictadura. Luego del golpe del ’76, se dio una continuidad como centro clandestino de detención.
Hasta el 31 de diciembre de aquel año se reconoció el funcionamiento de una brigada policial, pero a partir de enero de 1977, el lugar "permaneció a disposición de la autoridad militar". El “Pozo de Quilmes”, en efecto, funcionó a partir de allí con una división de tareas: el Ejército se encargaba de realizar controles y practicar interrogatorios, y la policía hacía las guardias.
Después del ´77, hubo un traslado masivo de oficiales para reforzar la represión. Los verdugos también lo llamaron como “Puesto Malvinas” u “Omega”. A comienzos de 1979, y como consecuencia de una interna militar en el Cuerpo I del Ejército, el centro clandestino recibió nueve prisioneros procedentes de El Atlético, El Banco y El Olimpo. Ese hecho no habría pasado desapercibido: una facción le habría ocultado los desaparecidos a otra.
Las condiciones de detención fueron feroces. "La violencia sexual y la desnudez forzada ejercida sobre los detenidos de sexo masculino, ejecutada con la intención de feminizarlos, conllevó para éstos una humillación particular, adicionada al resto de los tratos inhumanos y degradantes proferidos por los captores", destacaron los fiscales.
En el requerimiento de elevación a juicio, los fiscales detallaron varias etapas. En primer lugar, desde agosto de 1975 funcionó como lugar de detención de prisioneros clandestinos –la mayoría, presos políticos- antes de comenzada la dictadura. Luego del golpe del ’76, se dio una continuidad como centro clandestino de detención.
Hasta el 31 de diciembre de aquel año se reconoció el funcionamiento de una brigada policial, pero a partir de enero de 1977, el lugar "permaneció a disposición de la autoridad militar". El “Pozo de Quilmes”, en efecto, funcionó a partir de allí con una división de tareas: el Ejército se encargaba de realizar controles y practicar interrogatorios, y la policía hacía las guardias.
Después del ´77, hubo un traslado masivo de oficiales para reforzar la represión. Los verdugos también lo llamaron como “Puesto Malvinas” u “Omega”. A comienzos de 1979, y como consecuencia de una interna militar en el Cuerpo I del Ejército, el centro clandestino recibió nueve prisioneros procedentes de El Atlético, El Banco y El Olimpo. Ese hecho no habría pasado desapercibido: una facción le habría ocultado los desaparecidos a otra.
Las condiciones de detención fueron feroces. "La violencia sexual y la desnudez forzada ejercida sobre los detenidos de sexo masculino, ejecutada con la intención de feminizarlos, conllevó para éstos una humillación particular, adicionada al resto de los tratos inhumanos y degradantes proferidos por los captores", destacaron los fiscales.